Recuerdo que tenía la furgo recién comprada, una VW Transporter de nueve plazas acristalada preciosa. Llevaba tiempo ya detrás de mi amigo Sergi para que un día me llevase a escalar. Yo sólo sabía que había que subir por una pared de rocas , y que te tenías que poner unos pies de gato, que es algo así como la tortura china.
Los pies de gato es lo más parecido a la tradición japonesa de las Geishas a las que no les dejaban crecer el pie porque se entendía que cuanto más pequeños fuesen y más cortos sus pasos, mucho más estilismo y belleza representaban.
Pues es, que nos montamos en la furgo y nos fuimos a escalar. El sitio elegido, las antiguas minas del Cerro del Hierro, junto a Cazalla de la Sierra, en Sevilla.
Os podría contar mil y una sensaciones que tuve en la cabeza en los escasos metros que trepé, pero lo que sí os puedo decir es que justo al terminar la bajada y al volver a tocar con los pies en el suelo, le dije a Sergi:
“Dime que tengo que comprarme para estar haciendo esto el resto de mi vida”
La escalada me enganchó, muchísimo. Pasaba los fines de semana durmiendo con la furgo en mitad de la sierra para cada mañana levantarme y no hacer otra cosa que escalar y escalar paredes. Aquí podéis ver algunos de los sitios por los que he estado escalando y haciendo el cabra.
Después de un parón de más de dos años, este sábado pasado volví a ponerme los pies de gato y haciendo de anfitrión me llevé a unos familiares aventureros a que probasen también esto de escalar. Han quedado enamorados. Creo que no soy el único que fascinó con la sensación de subir y enfrentarte en cada paso a la roca.
Así que como promesas para este año y de aquí en adelante deciros que haré todo lo posible por compaginar escalada y triatlón.
Por cierto ¿algún rocódromo por Écija o alrededores?